(Selección de comentarios del Lubavitcher Rebe: Menajem Mendel Schneerson)
El día que precede a Pesaj es el “Ayuno de Primogénitos – Ta´anit Bejorot”. En este día, todos los primogénitos judíos varones recuerdan que “Cada primogénito en Israel Me pertenece; pues en el día en que aplasté a todo primogénito en la tierra de Egipto, consagré para Mí a todo primogénito en Israel, tanto de hombre como de animal”.
Nuestros Sabios explican que los judíos en Egipto habían asumido las prácticas idólatras de los egipcios; de muchas maneras, eran tan espiritual y moralmente corruptos como sus esclavizadores. De modo que cuando Di-s mató a todos los primogénitos egipcios en la víspera del Éxodo, los primogénitos judíos eran, por todos los criterios objetivos, merecedores de un destino similar. Di-s pasó por alto (pasáj, en consecuencia el nombre de la festividad) los hogares de los israelitas esa noche, expresando Su amor incondicional por Su pueblo.
Porque a los primogénitos se les había concedido sus vidas por gracia de Di-s, ahora Le “pertenecían”. A partir de esa noche, todo primogénito judío, y todos los animales primogénitos que pertenecen al judío (la plaga de los primogénitos había matado también a todo primogénito del ganado egipcio), fueron consagrados a Di-s.
Inicialmente, los primogénitos tenían destinado servir como kohaním (“sacerdotes”) en el Santuario. Pero como resultado del pecado del Becerro de Oro, en el que todos los judíos -con la excepción de la tribu de Leví- participaron en una medida u otra, el rol de representar al pueblo en su servicio a Di-s fue transferido a los Levitas, quienes servirían de ahí en más como kohaním y sus asistentes.
Los primogénitos, sin embargo, siguieron consagrados a Di-s desde el nacimiento, y la Torá ordena que el padre judío compense el deber intrínseco de su hijo primogénito de servir a Di-s en el Santuario “redimiéndolo” con un regalo de cinco shekalím de plata al kohén.
En cuanto a los primogénitos animales, estos eran ofrendados como korbán (sacrificio) sobre el altar en el Santuario y su carne comida por los kohaním. Aun cuando las condiciones no permiten su ofrenda como korbán (como es el caso hoy en día), los primogénitos del ternero, el cordero o la cabra conservan su santidad, y tenemos prohibido comerlo o hacer uso de éste de manera alguna.