(Selección extraída del libro “Fechas y conmemoraciones” por Shlomo Sued, © Shlomo Sued)

 

Esta fecha -aunque desconocida por muchos- tiene un significado trascendental en el calendario Judío.

 

En el seno de las comunidades de Israel, se celebra este día con alegría y fervor. Nuestros santos sabios le otorgaron a esta conmemoración una resonancia singular, distinguiéndola del resto de las festividades del año.La compararon con el día más sagrado para el pueblo de Israel: “El día de Kipur“. Ambas fechas, (Tu Beab y Yom Kipur) fueron catalogadas como: “Los días más significativos para el pueblo de Israel”.

 

Así está testimoniado en el Talmud en el tratado de Taanit (26-2):

“Dijo Rabán Shimón Ben Gamliel, no hubo fechas tan significativas para Israel como Tu Beab y Yom Kipur”.

 

“En ellas, las doncellas de Jerusalém salían a danzar en los viñedos de la ciudad vestidas con túnicas blancas, (todos los vestidos eran del mismo color, además se los intercambiaban para no avergonzar a aquellas que los pedían prestados)”.

 

“Los jóvenes solteros se dirigían al lugar para observarlas, y concretar, de ser posible, el futuro matrimonio”.

 

“Las que gozaban de apellido renombrado les decían: ¡Muchacho, fíjate bien qué eliges!, no pongas tu mirada en la belleza, sino en el linaje, pues, la finalidad de la mujer son los hijos”.

 

“Las bellas decían: ¡Observa la belleza!, ya que la mujer se realza por su belleza”.

“Las feas decían: Casense con nosotras con el único fin de cumplir con el precepto del matrimonio, pero con la condición, de que nos coronen con diamantes y piedras preciosas”.

 

La explicación de esta cita es la siguiente:

 

Estos dos días fueron destinados, desde su creación, como “Días de perdón”, “Días de misericordia”.

 

En ellos, prevalece el atributo de la benevolencia Divina para todos aquellos que necesitan de una gracia especial o un “privilegio” excepcional. En Tu Beab D-os perdonó a Israel por el pecado de los espías (quienes hablaron maledicencia de la tierra santa), y en Kipur expía, y purifica a todo Judío que regrese a El con sinceridad y devoción. Siendo estos días tan sobresalientes en materia de santidad y pureza, consideraron nuestros sabios que, era la fecha indicada para que las doncellas bailaran frente a los jóvenes, con el fin de que se concretaran los futuros matrimonios.

 

Nunca temieron (los Jajamím, sabios), que en ese ambiente de seriedad y dignidad se rompiera la barrera del recato y el pudor, pues, la solemnidad del día, los protegía para que no cayeran en el libertinaje. Ciertamente, la sutileza que emanaba de sus personas y la pulcritud de sus actos, hacían de esos momentos los más significativos para el pueblo de Israel. (Condensado del Sefer Hatodeá).

 

El tema nos llama a la siguiente reflexión.

 

Las exhortaciones que las doncellas dirigían a los jóvenes, no eran meras fanfarronerías, o medios de manipulación que empleaban para conquistarlos. En cada expresión, en cada frase, se encerraba un ideal; un concepto de vida, un mensaje profundo que ellos debían descifrar, para luego evaluarlo, si en realidad congeniaba con su sistema de vida e idiosincrasia. Corresponde entonces, examinar detalladamente sus palabras.

 

Analicemos: Las bellas y las de linaje superior gozaban de ciertos privilegios, que las distinguían de las demás danzantes. Estas últimas, (las de linaje superior), con el solo apellido de su familia y su alta posición dentro de la comunidad, convencían fácilmente a los jóvenes para que las desposaran. Asimismo las bonitas. El don natural que poseían, las colocaba como seguras candidatas para casarse con los mejores muchachos. Ellas pues, con su belleza y encanto, cautivaban a los jóvenes para que fueran tras ellas. No obstante, (aún contando con estas ventajas), no pedían de ellos -al momento del compromiso- posiciones cómodas ni modus vivendi de categoría. En cambio, las feas, no solo no ofrecían ninguna superioridad en relación con las demás, sino que también exigían que las coronaran con diamantes y piedras preciosas.

 

¿Cómo comprender esta extraña actitud?. No tienen, no ofrecen, ¿y aún exigen?

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La respuesta a esta interrogante tiene un alto contenido anímico y una ilustración del concepto de la vida. Su mensaje nos ayudará a elevar el nivel de nuestra estima, a la vez que nos alentará a renunciar al sistema arcaico y deteriorado en que estamos inmersos, a fin de adoptar otro más pujante y alentador. Todas las doncellas: Las bellas, las adineradas, las de famosos apellidos, salían a bailar motivadas por el respaldo económico y natural que les aseguraba el futuro matrimonio. Con dinero, belleza y apellido renombrado, es fácil danzar y seducir a los muchachos. Mas las que carecían de estos recursos, ¿con qué fin salían a danzar?, al fin y al cabo, ¿qué les ofrecían para cautivarlos?. Bajo esas condiciones, ¿para qué se exponían al desprestigio?.

 

Aquí es donde se encierra el. secreto: Ellas ofrecían “La alegría de la vida”.

 

Aún sabiendo a ciencia cierta que no poseían dinero, ni belleza ni reputación, aceptaban con alegría, modestia y conformismo lo que D-os les destinaba, y ello, las impulsaba a bailar al igual que las demás. Bien sabían que la felicidad no se adquiere ni se hace con todos los millones del mundo, la verdadera felicidad es la que brota del alma, la que se refleja en el rostro, la que nutre de ánimos y saciedad al espíritu.

 

“¿Quién es rico?, -quien es feliz con lo que tiene-” afanaron nuestros sabios en el tratado de Abot (4-1).

 

Ellas, a base de esmero y pujanza consiguieron vencer las adversidades que el destino les había deparado. No decayeron anímicamente frente a las compañeras que todo lo poseían. Por el contrario, remaron contra la corriente, alzaron su moral, escalaron posiciones hasta que lograron sonreírle a la vida. A partir de entonces, solo veían las maravillas que la vida les ofrecía diariamente. Gozaban del simple hecho de haber nacido, de tener el privilegio de diferenciarse de los animales y de disfrutar de un buen estado de salud.

 

Los muchachos observaban esta gran virtud, veían cómo la alegría iluminaba sus rostros y sin envidias ni celos ni mucho menos con complejos de inferioridad, danzaban espontáneamente al tono de la composición musical. Era entonces, cuando se percataban del alto nivel moral que estas poseían. Por eso aceptaban sus condiciones y exigencias, pues, en realidad, “Coronarlas con diamantes y piedras preciosas” era todavía un precio bajo para recompensar lo que en esencia ellas les ofrecían.

 

Hoy día somos testigos del mal momento por el que está pasando nuestra juventud. Todo lo que quieren lo obtienen, y aún así no se satisfacen. Malgastan muchos años de su preciosa adolescencia, adoptando las malas costumbres y los nocivos vicios que merodean por las calles y que carcomen al género humano. El concepto que tienen de la vida es muy reducido, todo gira alrededor del materialismo, de las finanzas, y por lo mismo, en muchos casos, olvidan gozar y aprovechar los diversos beneficios que la vida en si les ofrece. La carrera desenfrenada de la ostentación, los lleva a perder la capacidad de asombro por las cosas que la bella naturaleza brinda diariamente y a cada momento.

 

Desconocen la inmensa alegría que causa el contemplar el despunte del alba, el ayudar a un anciano, el asistir a un niño desamparado, el educar a los hijos, el admirar la belleza de una flor, de un paisaje, de la fauna silvestre. Olvidan reconocer y agradecer a D-os por su infinita misericordia al otorgarle la posibilidad de ver, oír, caminar, sonreír, compartir, amar y un sinfín de provechos que muchos otros no tienen o no pueden gozar.

 

Cuando el hombre comprenda profundamente lo que significan todos estos beneficios, entonces se dará cuenta de que la felicidad nace justamente de las cosas naturales que la vida ofrece. Ya nada perturbará su mente, solo dirigirá sus esfuerzos para conquistar esta felicidad que aún está lejos de él. Intentará recuperar el tiempo perdido. Buscará disfrutar al máximo cada día de su vida; cada momento; cada suceso y cada situación. Agradecerá a D-os desde lo más profundo de su alma por lo que posee, y entonces comenzará a sentir en una ínfima parte la “Alegría de la vida”.

 

Shlomo Sued

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