Los amarramos a nuestras vestimentas del mismo modo que nos amarramos un hilo alrededor del dedo o del cinturón con el propósito de recordar alguna cosa. Hay quienes afirman que los Tzitzit son una reminiscencia del látigo, y tienen como objetivo hacernos recordar que al final de cuentas somos responsables por todos nuestros actos y faltas. Los llevamos puestos como un recordatorio constante de que debemos obedecer los mandamientos divinos y no extraviarnos en pos de nuestros deseos.
Esto también se evidencia a partir del contexto en que este mandamiento fue entregado. Justo antes de que Di-s ordenase el mandamiento de Tzitzit, la Torá nos informa acerca de un hombre que había cometido un pecado sumamente grave. El Midrash explica que entonces Di-s le enseñó a Moshé que este hombre había pecado “porque no disponía de nada que que le recordara constantemente su responsabilidad”. Como respuesta a ello, El le entregó el mandamiento de Tzitzit.
A la par con este beneficio inmediato, la Torá también nos habla de su efecto a largo alcance. Aquí es Di-s quien nos habla directamente: “A fin de que recuerden y cumplan todos Mis mandamientos, y sean santos para su Di-s” (idem. 15:40). Es decir, que si permitimos que los Tzitzit sean un recordatorio constante para nosotros, que nos preservara de dejarnos seducir por las tentaciones mundanas, entonces formaremos el habito de recordar los mandamientos de Di-s. Esto a su vez nos conducirá a final de cuentas a convertirnos en personas santas, es decir, inmersas en lo divino en vez de en nuestros deseos mundanos.
El mandamiento termina con una mención del Éxodo de Egipto: “Yo soy el Eterno, su Di-s, quien los saqué de la tierra de Egipto para ser su Di-s; Yo soy el Eterno”.
Algo que la Torá nos esta diciendo aquí es por qué razón el mandamiento de Tzitzit, así como los demás mandamientos, fueron dados en particular a los judíos y no a toda la humanidad. Existe un nexo especial entre Di-s y el judío que fue forjado en el Éxodo. Aquí Di-s dice: “Yo… quien los sacó de la tierra de Egipto para ser su Di-s” (idem). Los milagros sin precedente del Éxodo tenían este objetivo en particular: crear un nexo entre Di-s e Israel. Por ello es que Di-s repitió la frase: “Yo soy el Eterno, su Di-s” -ahora y para siempre.
El Éxodo fue un evento único en los anales de la historia. Fue la única ocasión en que Di-s mismo se reveló a un pueblo entero, con ello literalmente transformando el curso tanto de la naturaleza como de la historia. Por eso es que la Torá nos pregunta: “Alguna vez Di-s intentó tomar para Sí mismo a una nación de en medio de otra nación, con desafío, con signos y portentos… tal como el Eterno, su Di-s, hizo en Egipto ante sus propios ojos? Se te ha demostrado que el Eterno es Di-s; no hay otro” (Devarim/ Deuteronomio 4:34). El Éxodo hizo posible que todo judío tuviera una conciencia singular de Di-s y le demostró que El esta profundamente involucrado en los asuntos del ser humano.
El Éxodo y los sucesos concomitantes hicieron del judaísmo una religión única entre las demás. Otras religiones comenzaron con un único individuo que alegaba haber recibido un mensaje divino especial. Gradualmente reunma a un grupo de seguidores y sus discípulos convertían a otros mas, con ello creando una nueva religión. Este es el modelo que ha sido seguido por casi toda gran religión en el mundo.
La única excepción a esto lo ha constituido el judaísmo. Aquí Di-s mismo sacó a todo el pueblo judío fuera de Egipto y finalmente lo condujo hasta la montaña del Sinaí, donde todos escucharon Su mensaje. Es interesante hacer notar que las primeras palabras de los Diez Mandamientos son: “Yo soy el Eterno, tu Di-s, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de esclavos” (Shemot/ Éxodo 20:2; Devarim/ Deuteronomio 5:6). Esto era tanto la culminación como la realización del drama del Éxodo.
Es debido a este nexo especial forjado en el Éxodo que el judío en específico tiene la obligación de cumplir los mandamientos de la Torá. Por medio de los mandamientos este nexo se fortalece y se renueva, preservando al judío y manteniéndolo en un alto nivel espiritual. Por esta razón Di-s nos dice: “Yo soy el Eterno, su Di-s, quien los sacó de la tierra de Egipto; y guardaran todos Mis decretos y leyes, y los cumplirán; Yo soy el Eterno” (Vayikra/ Levítico 19:36-37).
Por consiguiente, el Éxodo impone una responsabilidad sumamente especial sobre el judío. Di-s nos rescató de la esclavitud, y en un sentido muy único se convirtió en nuestro Amo. En la Torá, Di-s dice: “Los hijos de Israel son Mis siervos, a quienes saqué de la tierra de Egipto; Yo soy el Eterno, su Di-s” (Vayikra/ Levítico 25:25).
Así, pues, en cierto sentido los Tzitzit son una insignia que llevamos puesta, la cual proclama que somos súbditos de Di-s. Es a causa del Éxodo que somos los súbditos de Di-s de este modo tan único.
La Torá alude a este hecho cuando nos declara que debemos vestir los Tzitzit para ser “santos para su Di-s”. La palabra “santos” significa dos cosas: primeramente, que somos cercanos a Di-s; y segundo, que nos separamos de las cosas que son profanas.12 Vestimos los Tzitzit como una señal de que nuestra especial relación con Di-s, de que somos aquellos que han aceptado la Torá. Di-s reitera la idea de esta relación especial cuando dice: “Serán santos para Mí, pues Yo, el Eterno, soy Santo, y Yo los he apartado de los demás pueblos para que que sean para Mí” (Vayikra/ Levítico 20:26).
Sin embargo, debemos comprender la razón de todo esto. Por qué los judíos son tan especiales? Por qué Di-s tuvo que escoger a un grupo específico de gente para que fuesen Sus siervos escogidos? En una palabra, por qué los judíos son “el pueblo elegido”?
Di-s tenía necesidad de un grupo escogido de personas que aceptara sobre sí la tarea de conducir al resto de la humanidad y les mostrara el camino a seguir. Echando un vistazo a las generaciones que vivieron antes de Abraham, Di-s vio que la humanidad en su conjunto no era capaz de mantener un nivel espiritual y ético elevado. Por lo tanto, escogió a Abraham y a sus descendientes, los judíos, a modo de representantes especiales para que proclamasen Sus enseñanzas a toda la humanidad. Esto es lo que Di-s mismo nos declaró por medio de Su profeta: “Yo, el Eterno, te he llamado en rectitud… y te he puesto por pacto del pueblo, por luz de las naciones” (Yeshayahu/ Isaías 42:6). La misión especial de Israel es de dar testimonio acerca de Di-s, tal como vemos: “Ustedes son Mis testigos”, dice Di-s, “y Mis siervos, a quienes he escogido” (Yeshayahu/ Isaías 43:10).
Aun cuando el judío constantemente lleva a cabo esta misión, la época principal en que esto llegara a cumplirse cabalmente sera en la época mesiánica. Cuando todos los judíos sean traídos de vuelta a Di-s por el Mesías (Mashiaj), ellos a su vez influenciaran a toda la humanidad en esta misma dirección. Este punto constituye una de las principales profecías de la Era Mesiánica (Yeshayahu/ Isaías 2:2-4):
Y acontecerá al final de los tiempos
que la montaña de la casa del Eterno
sera establecida sobre la cima de las demás
montañas y elevada por encima de las colinas,
y todas las naciones vendrán en torrentes hacia ella
Muchos pueblos vendrán y dirán:
Vengan y ascendamos a la montaña del Eterno,
a la casa del Dios de Yaacov; y El nos enseñara Sus caminos
y marcharemos en Sus senderos. Pues la Torá saldrá de Tzión,
y la palabra del Eterno de Yerushalaim. El juzgara entre las naciones
y decidirá entre los pueblos. Batirán sus espadas en azadones
y sus lanzas en podadoras.
Ninguna nación levantara su espada contra nación
y ya no aprenderán mas la guerra.
De aquí aprendemos que los judíos ocuparan una posición especial de liderazgo moral en la Era Mesiánica. Pero quiénes de los judíos estarán en posición de ejercer tal liderazgo? A quiénes se les considerara capaces de diseminar la palabra de Di-s al resto del mundo?
Nuestros Sabios nos han enseñado que serán aquellos individuos que son cuidadosos en el cumplimiento del mandamiento de Tzitzit. Acerca de ello el profeta vaticinó: “En aquellos dmas, diez hombres de cada lengua de las naciones se agarraran a la esquina [de una vestimenta con Tzitzit, llevada por] un judío, y dirán: ‘Iremos con ustedes, pues hemos escuchado que el Eterno esta con ustedes’” (Zejaria/ Zacarías 8:23).
Significado:
Hay cinco nudos (dobles) en cada una de las borlas del Tzitzit. En los espacios entre estos nudos, una de las franjas (que es más larga que las otras) está enroscada alrededor de las demás. Siete pliegues en el primer espacio, ocho en el segundo, once en el tercero, y trece en el cuarto. Estos 39 pliegues tienen el mismo valor número que “Hashem Ejad”, “Di-s es Uno”.
Comenzamos con los trece pliegues y concluimos con trece porque cuando el fleco celeste (Tjelet) era agregado al Tzitzit, era plegado alrededor de los flecos blancos en cualquier lado, entre siete y trece veces. Tjelet es un color azul cielo (un recordatorio constante del Di-s en los Cielos que mira cada una de nuestras acciones), y hay además, siete cielos (espirituales). Si incluimos en la cuenta, seis espacios entre los siete cielos, nos da un total de trece.
Quizá la razón de por qué los dos espacios del medio tienen ocho y once pliegues es porque el nombre de Di-s (el Tetragramatón) se divide en dos partes; siendo la primera Iud-Hey, equivalente a quince (que es el total de pliegues en los primeros dos espacios), y la segunda parte, Vav-Hey, equivalente a once (el total en el tercer espacio). El último espacio entonces, tiene el valor numérico de “Ejad”, “Uno”.