Imagínese parado desnudo ante D’s con su memoria al descubierto, totalmente transparente sin ningún mecanismo bloqueador o válvula reductora para disminuir su fuerza. Recordará todo lo que hizo en su vida y lo verá desde otro punto de vista, a la luz de D’s que resplandece sobre toda la Creación. El recuerdo de buenas acciones y mitzvot será el placer más sublime, pues nuestra tradición habla de Olam Haba»

 

Pero la memoria estará también abierta a todas esas acciones de las cuales nos sentimos avergonzados, No pueden ser explicadas racionalmente ni descartadas. Usted deberá enfrentarlas consciente de sus consecuencias. Todos sabemos cuan vergonzoso y humillante es cuando uno es sorprendido haciendo algo malo. Imagínese qué sería ser descubierto por su propía memoria sin posibilidad de salida. Es posiblemente a esto que se refería Daniel en la frase siguiente:

 

«Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua». (Daniel 12:2)

 

Muchos de nuestros grandes maestros dicen que el fuego del Guehinnam (Infierno) es en verdad la vergüenza inaudita que uno siente por su pecados.

 

Estos conceptos de fuego y vergüenza, así como los emplean nuestros Sabios, pueden por supuesto involucrar misterios y significados más profundos. Pero literalmente, uno dice que uno de los mayores componentes del fuego es la vergüenza. ¿De qué otra manera podría uno caracterizar la agonía del alma al estar su vergüenza al descubierto?

 

Se nos enseña que el juicio de los malvados dura doce meses. Incluso un alma desnuda puede aprender gradualmente a vivir con su vergüenza y olvidarla, y el dolor a la larga se apacigua. Es seguramente más que una simple coincidencia el hecho de que doce meses es también el período necesario para olvidar algo en la Ley Talmúdica. Así, uno lleva doce meses el luto por un padre o una madre, y dice una bendición especial al ver a un buen amigo después de ese periodo.

 

Pero incluso un tormento sólo temporal va más allá de nuestra imaginación. El Rambán (Najmánides) escribe que no puede ni siquiera igualarse todo el sufrimiento que experimentó Job con un instante en Guehinnam. El Rabino Nachman de Breslav dice lo mismo de un hombre que sufrió por años los tormentos más terribles: es aún mejor que el calor del Infierno. La tortura mental no puede compararse al tormento físico.

 

Aquí nuevamente, al hablar de Gan Edén y Guehinnam, no estamos refiriéndonos a conceptos místicos sino a ideas, como la vergüenza, muy discutidas en el ámbito de la sicología científica. Ahora podemos seguir adelante.

 

¿Qué piensan los muertos de nosotros?

 

Esta es otra dimensión de la inmortalidad a la que se refiere el Talmud. Pregunta: ¿Saben los muertos qué está sucediendo en el mundo de los vivos?

 

Después de mucha polémica, el Talmud concluye que tienen conciencia de ello. Los filósofos cabalísticos explican que el alma logra un grado de unidad con D’s, fuente de conocimientos, y por lo tanto comparte Su omnisciencia.

 

Cuando un hombre muere entra a un nuevo mundo de conciencia. Existe como un alma sin cuerpo y sigue sin embargo consciente de lo que está pasando en el mundo físico. Aprende gradualmente a enfocar y concentrarse en cualquier acontecimiento físico que desee. Al principio, la experiencia es aterradora. Uno sabe que está muerto; puede ver que su cuerpo yace en la tierra, con todos sus amigos y parientes llorando su muerte.

 

Se nos dice que inmediatamente después de la muerte, el alma está muy confusa. ¿En qué pone mayor atención? ¿Qué es lo que más la atrae?

 

Se nos dice que el cuerpo. Mucha gente se identifica con cuerpos, así como lo planteamos anteriormente. Es difícil para el alma romper con este hábito y por lo tanto, los primeros días, el alma está obsesionada con su cuerpo. Esto está manifiesto en el verso siguiente:

 

«Y su alma llorará por él.» (Job 14:22)

 

Esto es cierto especialmente antes de que se entierre el cuerpo. La mente se pregunta qué pasará con su cuerpo. Es fascinante pero aterrador a la vez observar todos los arreglos para el funeral y el entierro de su propio cuerpo.

 

Esta es quizás una de las razones por las cuales el judaísmo nos enseña que debemos tener el mayor respeto por los restos mortales. Podemos imaginarnos cuan doloroso debe ser para el alma ver su cuerpo tirado como el esqueleto de un animal. La Tora por lo tanto lo prohíbe.

 

Esto está también relacionado con el asunto de la autopsia. Podemos imaginarnos cómo se sentiría el alma al ver su cuerpo yaciendo en la mesa de autopsia, disecado y examinado. Esta alma sin cuerpo pasa gran parte de su tiempo aprendiendo a enfocar. Es ver sin ojos, usando algún proceso para el cual ni siquiera tenemos palabras para describirlo. Los Cabalistas denominan Kaf Hakéla, a este proceso; es como si a uno lo arrojasen con una honda de un extremo del mundo a otro.

 

Una de las cosas que la mente enfoca con bastante facilidad es su propio cuerpo. Es un elemento familiar y pareciera que permanece algún lazo entre ellos. Es en cierto modo un refugio para su desorientación.

 

El cuerpo empieza por supuesto a descomponerse poco después de ser enterrado. El ver esto debe ser doloroso y aterrador. El Talmud nos enseña que, «los gusanos son tan dolorosos para el muerto como agujas en el cuerpo de un ser viviente»: Como está escrito

 

«Su carne de él se dolerá». (Job 14:22)

 

Muchos comentarios dicen que esto se refiere a la angustia sicológica del alma al ver su morada terrenal en estado de descomposición. Para los Cabalistas esto es Jibut Hakéver, el castigo de la tumba. Lo que experimenta el cuerpo en la tumba puede ser mucho peor que el Guehinnam.

 

Esto varía según los individuos. Mientras más está uno obsesionado con su cuerpo y el mundo material en la vida terrenal, aún más obsesionado estará después de la muerte. Para aquél que lo material era todo, este deterioro del cuerpo es terriblemente doloroso. Por otra parte, aquél que estaba sumido en lo espiritual no se preocupará mucho del destino de su cuerpo. Se encontrará muy a gusto en el mundo espiritual y olvidará seguramente muy rápido su cuerpo. Esto es lo que se nos enseña. Los Tzadikim no se preocupan de Jibut Hakéver, porque no han dado nunca mucha importancia a su cuerpo.

 

En general, la adaptación al mundo espiritual depende mucho de la preparación que uno haya tenido en este mundo. Nuestra tradición nos enseña que se logra esta preparación principalmente a través de la Tora.

 

Para muchos de nosotros la muerte es una experiencia aterradora, mientras que los Tzadikim la esperan con ansias. Poco antes de su muerte, el Rabino Nachman de Breslav dijo: «No saben cuánto anhelo deshacerme de esta prenda que es mi cuerpo». Si realmente creemos y confiamos en un D’s misericordioso, la muerte no nos atemoriza.

 

Esto es brevemente lo que nuestra tradición nos enseña acerca de la existencia del alma. Muchos de estos conceptos provienen de las enseñanzas de los Sabios, tanto del Talmud como del Midrash, interpretadas por los Cabalistas. Hemos resumido aquí estas interpretaciones usando la terminología de los conceptos científicos modernos. El resultado es una amplia visión del alma y de la personalidad humana como realidades que no poseen esa discontinuidad temporal del cuerpo que llamamos «muerte.»

 

 

Extraído de la revista “El Kolel” con autorización de sus editores.

 

Biografía del autor:

 

Rabbi Aryeh Kaplan fue un exponente multifacético y prolífico – entendido tanto en kabalá como en ley Judía, así como en las ciencias naturales (está citado en «who is who in physics»).  Sufrió una muerte temprana a los 48 años.

 

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